La Duración de la Partida

En los primeros prototipos la duración era variable y estaba vinculada a la construcción de una catedral de cuatro piezas.



Cuando la Catedral estaba completa, con las cuatro piezas, la partida acababa. Esto podía suponer de 4 turnos como mínimo y 6 máximo. El ritmo de la construcción dependía del jugador que controlase la Curia en cada turno, quien podía acelerar o retrasar la colocación de nuevas piezas de la Catedral.

Que el reloj del juego fuese la catedral en construcción era algo que gustaba en general pero llegó un momento en que se reveló una pésima opción. En ocasiones el capricho o incompetencia de un jugador condicionaba el final y podía ser devastador y frustrante, cuando no otorgar arbitrariamente la victoria a uno o a otro.

Hubo que cortar por lo sano y buscar otro modo. Lo más adecuado parecía un número fijo de turnos.

Los criterios para determinar el número idóneo de turnos fueron estos:

1) El número de turnos ideal es aquel que permite un razonable crecimiento y gestión hasta el preciso momento en el que se va a alcanzar el estado de inflación. En el Puerto Rico, por ejemplo, cuando los jugadores creen que por fin tienen todo para comenzar a producir mercancías en grandes cantidades, justo en ese momento acaba la partida.


2) El juego debe finalizar antes de que los turnos comiencen a hacerse repetitivos.


Teniendo todo ello en cuenta el número óptimo para el MIL (1049) se fijó en cinco turnos.





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